sábado, 29 de octubre de 2011

El hombrecito que espera


Él sabía que algo grande lo estaba esperando, por eso ese día se había levantado bien temprano. Se había lavado bien la cara y vestido usando sus mejores ropas. Aparentemente la vida iba a devolverle todo lo que tiempo atrás le había quitado.
Ya habían hecho las pases, habían suscripto un nuevo contrato.
Ahora el hombrecito que espera tenía las de ganar. Se lo merecía.
Había perseverado a lo largo del tiempo sin perder las esperanzas.
Esa mañana estaba invadido por la sensación de poderlo todo. Los sueños rebalzados se escurrían como agua entre sus dedos. Había dejado gobernarse por la pasión proponiéndole cláusulas nunca antes vistas; le estaba exigiendo a la vida que pague.
Y se sentaron a negociar;
Y hubo en esa mesa redonda varios integrantes.
La Libertad fue la primera en hablar, se manifestó a favor del hombrecito que espera diciendo: -“en todo este tiempo, de subidas y de bajadas, de risas y llantos, de ripios y de asfaltos, fue ejemplo de juego limpio, nunca se dejó de concebir como hombre libre y nunca se dejó ganar por la apatía y la rutina. Aún en los momentos más difíciles me reivindicó y lucho por mí”
Enseguida la Dignidad se escuchó desde un rincón: - “a mí tampoco me dejó de lado. En su larga espera me resignificó muchas veces, me alimentó, me promulgó... me enarboló en el día a día con el simple gesto de seguir caminando, de seguir viviendo”.
Enojado el Olvido reclamó:- “este hombrecito que espera no merece que la vida le firme el contrato; nunca me tuvo en cuenta, me combatió, se alió con la memoria y los buenos recuerdos y diezmaron a mi ejercito de oscuridad. Este hombrecito sabe muy bien quien es, aprende de sus errores y vive en consecuencia con ello”.
La Solidaridad, con voz tenue, agregó... –“lo bien que hace!!! Este hombrecito que espera desde que reparó en mi significado, vive conmigo cotidianamente, me lleva con él en cada nuevo proyecto; piensa la vida en grupo y no individualmente, él se sabe en un todo, no conoce de egoísmos... cómo no apoyarlo en esta batalla contra la vida”.
De repente apareció ella, se acerco despacio, analizando lo escuchado. Nunca había sido cuestionada ni desafiada tanto como lo había hecho el hombrecito que espera.
Todos los allí reunidos le preguntaron cómo se había dejado cuestionar y presionar así siendo ella y sólo ella, la que siempre aprieta pero no ahorca.
Sin ahondar en muchos detalles, empuñó su lapicera y estampó la firma.
Por fin el hombrecito que espera iba a dejar de esperar.